La Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer concibió en buena medida sus redes sociales con la idea de difundir sus actividades, pero también para ceder este espacio a compañeras que quisieran difundir sus artículos y escritos. En este caso, presentamos esta denuncia que nos ha llegado a través de una amiga, que nos ha hecho reflexionar sobre la educación en igualdad que reciben nuestros hijos e hijas, con un caso de ese tipo de sexismo que tenemos tan arraigado en nuestra sociedad que pocas veces se reconoce y, cuando llega la ocasión, provoca el más auténtico de los rechazos hacia las personas que sí intentan hacer de nuestras escuelas centros de transmisión de valores más igualitarios.
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La
educación es un elemento fundamental en la transmisión de valores y
de actitudes que contribuyan a eliminar la desigualdad entre sexos.
Por ello nos mostramos especialmente sensibles ante la “denuncia”
que nos hacía llegar una buena amiga de la AEHM/UMA, madre
concienciada de la necesidad de una educación igualitaria para sus
dos hijos, tanto en su familia (labor para la que cuenta con el total
apoyo de su pareja y padre de estos niños), como en el colegio. Por
este motivo la pareja sintió que había llegado el momento de alzar
la voz al recibir la noticia, a través del grupo de whatsapp de
madres (sí, llamemos a las cosas por su nombre, ya que en más de
tres horas de conversación el único padre que expresó su opinión
fue él) de que, en la fiesta de fin de cuso de los peques
de 5-6 años,
los
niños debían ir vestidos de DEPORTISTAS y
las
niñas de ANIMADORAS.
Y no era una novedad en esta fijación de roles para los niños y
niñas de este grupo, ya que en la fiesta del año anterior ellos
habían ido vestidos de KEN y ellas de BARBIE...
Tras
un primer momento de emoción de madres, encantadas y deseosas de
vestir a sus criaturas como pequeños clones, interviene este padre
para mostrar su disconformidad con una escuela que permite que se
fomenten diferenciaciones sexistas. A partir de ahí, madres
extrañadas que no ven nada malo en ello y que incluso lo consideran
“gracioso”, por lo que él vuelve a mostrar su opinión: “La
idea de fondo es que por ser niña o niño tienes un rol, y eso es lo
que aprenden. Da igual si es animadora y deportista o cualquier otra
cosa, es la premisa de que el sexo es un criterio de selección”.
Aunque una madre intenta templar ánimos y aporta una idea que
resulta bastante acertada (también hay trajes para niños de
animadores, que vayan todos iguales, con falda o con pantalón, según
quieran), la polémica empieza a hacerse muy agria y muy
desagradable, con opiniones tan desalentadoras como las que expresan
algunas de ellas, que piensan que es que el tema de los sexos se nos
está yendo de las manos y que toda la vida ha habido diferencias y
las seguirá habiendo; o que es una gilipollez,
que los niños siempre serán niños y las niñas, niñas. Y, por
supuesto, aparece la invariablemente inevitable reflexión de la
igualdad mal entendida: ¿cómo voy a vestir a mi niño con una falda
de animadora?
Ahora
se une a la discusión nuestra amiga, un poco molesta por el cariz
que está tomando el discurso y expresa también su preocupación por
el matiz sexista de esta distinción planificada: “[...] El mensaje
que se da es que los niños pueden alcanzar el éxito y las niñas
están para apoyar. Sería lo mismo con médicos y enfermeras, jefes
y secretarias, etc. Para mi gusto sería mejor que fueran todos de
deportistas”. Pues de nuevo empieza una retahíla de excusas en la
que el protagonismo lo adquiere la figura de la profesora: si ella ha
dicho que así tienen que ser las cosas, pues a ella hay que hacerle
caso, que es la que conoce mejor a los niños. En este punto es casi
cuando hay que hacer una reflexión más profunda, no en vano el
profesorado es un modelo de referencia para las niñas y los niños
(y, por lo que podemos ver, para las madres): su lenguaje, su
actitud, la forma de relacionarse terminan influyendo en el
comportamiento del alumnado. ¿Tenemos un profesorado preparado para
ayudar a conseguir logros en una educación igualitaria? Más bien
parece que todavía existe una cierta dificultad entre los y las
profesionales a la hora de reconocer estos estereotipos que se
transmiten en las aulas.
Pero
no podemos engañarnos y descargar toda la responsabilidad en la
escuela en esta tarea de alcanzar una sociedad más justa, en la que
los roles sexuales no discriminen a las personas: familia y escuela
son los agentes más cercanos, donde se proporcionan los modelos de
conducta y comportamientos. Algo tan estudiado y tan demostrado, en
lo que esta pareja incide (“Que vayan como la profesora dice y que
cada padre compense a su criterio. Al fin y al cabo, el sexismo lo
enseñamos más en casa que en el colegio”), intentando cerrar esta
polémica, termina por provocar la ira de madres molestas por lo que
consideran una intromisión en su manera de educar a sus hijos e hijas
(si mi hijo no juega con cocinitas es por que no quiere o si mi hija
no juega con súper héroes es porque prefiere las cocinitas, en
resumidas cuentas) y una absoluta e irracional negación a que los
niños se vistan también de animadores: y es que parece ser que se
nos está yendo la pinza con el tema de la igualdad...
Termino
con este mensaje de nuestra amiga y compañera, con el que intenta
expresar los sentimientos que les llevaron a intervenir en esta
conversación: “Bueno, veo que las cosas se han malinterpretado en
varios sentidos. Estoy un poco perpleja, la verdad. Lo primero que
quiero dejar claro es que en ningún momento ni [ ] ni yo hemos
querido ofender a nadie con nuestro comentario, ni cuestionar la
forma de criar a los hijos de nadie. Y en ningún momento hemos dicho
nada en ese sentido. Estoy segura de que todos lo hacemos lo mejor
que podemos y siempre anteponiendo el bienestar y la felicidad de
nuestr@s niñ@s. Tampoco era nuestra intención cuestionar a la
maestra. Simplemente, a veces, nuestros actos o nuestras palabras
tienen connotaciones de las que no somos conscientes, y en el tema de
la igualdad de género esto es así con frecuencia. Nosotros somos
conscientes de esto, y lo hemos visto claro en el ejemplo de los
disfraces. Si vosotras no lo veis así, pues adelante. Tampoco creo
que era como para ponerse tan a la defensiva, cuando no había ataque
ninguno. Era más bien una invitación a la reflexión [...]”. Aún
así, todavía tiene que aguantar mensajes en los que se cuestiona la
posible educación sexista que ella ha podido recibir en su casa y se
le dan lecciones de educación en igualdad (“mi hijo me ayuda a
doblar las sábanas”), con una prepotencia que ella o su pareja en
ningún momento han tenido.
Hay
días en los que te resulta muy difícil creer en que la Humanidad
avanza y con ella los logros por una igualdad real. Desgraciadamente,
en ocasiones, nosotras mismas somos las que ponemos las mayores
piedras en este camino. Sin embargo, en estos momentos también
sientes que tu militancia feminista y tu trabajo por la igualdad es
más importante que nunca. Y en ello seguiremos...
Eva M. Gil Benítez
Muy buen artículo, Eva. Conozco el caso y como mínimo se puede calificar de indignante. Que a estas alturas de siglo un grupo de personas (ya es que me da igual que sean madres, padres o abuelos) se comporten en masa de esa forma tan irracional es que clama al cielo. No les hables de igualdad de género, es que ni leen siquiera. Están a la que saltan nada más. Pena de futuros adultos que están criando. Y bravo por esos padres que han tenido el valor de decir simplemente lo que piensan, que además es una cosa de perogrullo. Ea, sigamos con los cuentos de príncipes azules y princesitas rescatadas...
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